Si algo caracterizó mi primer embarazo, además de los miedos, fue la acidez que me acompañó durante casi los 9 meses. Alertada no solo por eso, sino por los kilos con los que empecé la preñez, prometí apenas me enteré de la buena nueva, que iba a empezar a comer liviano. Y es tan cierto que en la segunda vuelta uno está mas relajado y menos paranoico, como que hay cosas que no cambian… que nunca van a cambiar.
Hoy fuimos al obstetra a confirmar dos cosas que ya sabía, que todo andaba bien y que estaba gordísima. Para festejar lo primero y hacerle honor a lo segundo, y aprovechando que Abel estaba al cuidado de su tía, fuimos a comer comida gallega a un lugar que nos encanta.
Recordé que la última vez que había estado allí, fue embarazada de Abel (después uno sale tan poco…), e inmediatamente me vino a la memoria lo mal que me había sentido después. Prometí, entonces, moderarme. Cuando había terminado el segundo plato de mariscos, Gustavo me vio tan entusiasmada mojando el pan en la salsita, que me preguntó si quería que pidiéramos otra fuente. La propuesta me tentó, pero atenta a la experiencia le dije que ya que iba a explotar, prefería estallar con algo dulce. Después de devorarme mi mouse de chocolate y «picotear» de su Don Pedro, con el unico fin de extender la salida y la amena charla que estábamos teniendo (repito: uno sale tan poco…), pedimos café, que por supuesto vino acompañado de la golsoina correspondiente.
Pasamos a buscar a Abel, que estaba mas mimoso que nunca y quería dormirse en brazos, como cuando era bebé. Lo complací hasta que la cintura dijo basta. Despues lo apoye en la cuna, calmé su llanto a puro beso y cayó -al fin- en las redes de Morfeo.
Gustavo me esperaba despierto para que – según dijo- durmiéramos abrazados, pero apenas apoyé la cabeza en su hombro, supe que no aguantaría la posición horizontal ni medio minuto. La acidez, si es que así se llama a un fuego que nace en el medio del estómago y te perfora hasta la garganta, volvía a estar presente en mi vida. (La duda etimológica es porque nunca había sentido algo así hasta que me embaracé por primera vez y nunca mas volví a sentirlo hasta hoy. )
Conclusión, a las cuatro y treintade la mañana, después de visitar los perfiles del facebook de mis trescientos y pico de amigos (a esta hora la cabeza no da para otra cosa) y de tres fracasados intentos de ponerme horizontal, estoy todavía aquí, contando a quien quiera saberlo que la espera a veces tiene mas de ácida que de dulce.